La modernidad como era
de la razón empezó con lo que generalmente se conoce como “Ilustración”, que
coincidió más o menos con la época científica configuraba por la cosmovisión
mecanicista de Newton. Tambien ha sido la época del capitalismo industrial y
del crecimiento económico ilimitado. El optimismo de la modernidad sobre el
futuro estaba basado en la certeza absoluta de que el progreso de la ciencia,
la tecnología y la razón serviría para resolver todos los problemas humanos, y
que la superstición religiosa premoderna y la creencia en la magia
desaparecerían poco a poco. La religión, la moral y el arte fueron relegados a
la esfera de la creencia privada. Lo que realmente le importaba a la raza
humana era el progreso económico y político.
Poco a poco, durante la
primera mitad del siglo XX, el castillo de naipes de la modernidad empezó a
derrumbarse. Incluso los países con mayor desarrollo industrial, como Alemania
bajo el régimen nazi y otros Estados fascistas alrededor del mundo, empezaron a
actuar en forma irracional e inhumana. Sencillamente, su violencia, su
crueldad y sus métodos de tortura no podían cuadrar con los ideales del
progreso humano.
Al mismo tiempo, el bloque
de naciones comunistas, con su propia forma de modernidad y su visión del
progreso humano, empezó a manifestar la misma clase de totalitarismo y
opresión. A finales del siglo pasado, esos, regímenes se derrumbaron,
dejándonos con un superpoder que ahora parece empeñado en la guerra para la
eliminación del terrorismo, a la vez que hace caso omiso de la destrucción
ecológica de la tierra. ¿Es esto progreso humano?
No es extraño que ahora
tengamos una generación que es escéptica con respecto a todas las idelogoías.
No necesitamos “grandes relatos”, dicen.
Alberto Nolan en Jesús Hoy.
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