jueves, 21 de febrero de 2019

El peligro de una moral autoritaria

Hoy no basta ya la repetición de unas normas, por muy verdaderas que sean, sino se indican al mismo tiempo los valores que encierran. La imposición autoritaria de unas obligaciones éticas sólo sirve para mantener una sumisión infantilizada en aquellos que no aspiran a vivir de una manera adulta. Toda persona tiene derecho a saber el por qué de lo mandado como imperativo moral, y esa pregunta no es siempre fruto de rebeldía o de falta de docilidad, aunque a veces se proponga en ese clima, sino una manifestación de la madurez humana y evangélica. El esfuerzo por encontrar la respuesta adecuada es la tarea de una ética actual, y no la mera repetición de lo que siempre se ha dicho. Si esa respuesta no existe, o no sabemos darla, de poco servirá la propuesta que se ofrece.

A nadie se le puede obligar a aceptar una norma obligada sin un convencimiento interno de que así debe actuar para su propio bien y para agradar a Dios, en el caso de los creyentes. Es el mayor desafío que se plantea a los educadores del mundo actual: saber dar razón y justificar aquellos valores que ofrezcan. Si hay que estar "dispuestos siempre a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicación" (1 Pe 3,15), con mayor motivo aún tenemos que estar preparados para justificar una determinada conducta que, si es válida y buena para la persona, no puede serlo simplemente por el hecho de estar mandada.

Eduardo López Azpitarte (2001). "Simbolismo de la sexualidad humana". Sal Terrae: Santander
Pág. 17