jueves, 1 de marzo de 2018

“¿Qué estamos afirmando del ser humano cuando decimos que es creador y libre?


¿Qué estamos afirmando del ser humano cuando decimos que es creador y libre?

Estamos afirmando que el ser humano es un ser que no es aprisionado en la situación existencial que ha creado, que no es rehén de sus propias estructuras, que no está llamado solamente a reproducir el mundo en el que vive. Queremos decir que puede ver más allá de su mundo, que puede fantasear mundo, que dispone siempre de troneras y ventanas para poder ver otros paisajes, diferentes a los acostumbrados”.
Leonardo Boff

viernes, 23 de febrero de 2018

Realidad relacional y religión (Boff)

La conciencia humana es capaz de captar esta realidad relacional que liga y religa a todos. Al percibirla nace la religión, que deriva de re-ligar. Posiblemente la religión ha sido la más arcaica forma de conciencia. Hace miles de millones de años, nuestros antepasados antropoides consiguieron ver el Eslabón que ligaba y re-ligaba todo. Lo llamaron de mil maneras. Después lo llamaron simplemente Dios.

Boff, Leonardo (2005) "La voz del arcoiris"
Editorial Trotta: Madrid, p. 62

Ciencia y espiritualidad (Boff)

Espiritualidad y ciencia se implican y se complementan. Las personas que se orientan por la cosmología contemporánea consideran el planeta como un organismo inmenso y complejo. Cuando se viola alguna de sus partes, nosotros tambien sufrimos. No solo conocemos por medio de la ciencia, sino tambien mediante nuestra conciencia, nuestra interioridad, nuestras intuiciones, sueños, experiencias y proyecciones.

Grandes científicos se extasían ante la complejidad de lo real, ante esta Fuerza que está detrás de la energía cósmica. Hay un principio unificador de todo este inmenso organismo total. Y desarrollan una profunda religiosidad sin ligarse necesariamente a ninguna confesión definida. Más que religión profesan una espiritualidad cósmica, como lo vivió ejemplarmente Albert Einstein.

Boff, Leonardo (2005) "La voz del arcoiris"
Editorial Trotta: Madrid, pp. 59

Nuevas paradigmas de la biología (Boff)

La biología contemporánea nos brinda nuevas perspectivas sobre la vida. La combinación entre física cuántica y biología enriquece nuestra comprensión acerca del carácter de sistema de los organismos y del cosmos mismo. Tambien nos ayuda a captar mejor la naturaleza como un todo orgánico. Señalemos algunos puntos.

- La no-linealidad: no existe, a nivel profundo, la relación simple de causa-efecto. Lo que existe es el tejido simultáneo y permente de relaciones globales.

- La dinámica: todas las partes de un sistema están en permanente movimiento. El organismo no encuentra su estabilidad fijando sus leyes, sino mediante su adaptabilidad y equilibrio dinámico.

- El carácter cíclico: el crecimiento no es lineal. Degradación y muerte pertenecen a la vida; la muerte es una invención de la vida. El ciclo propicia la continuidad de la vida más allá del espacio-tiempo, abriendo al individuo portador de la vida hacia otros estadios más altos, que nosotros, más que saber, intuimos. La naturaleza no es biocéntrica, sino ecocéntrica, pues busca el equilibrio entre vida y muerte, en una perspectiva de mantenimiento del todo.

- El orden estructurado: cada sistema se compone de subsistemas y todos forman parte de un sistema todavía mayor. El ser humano es parte del sistema humanidad. La humanidad es parte del sistema animal; éste del sistema vegetal, en definitiva, en definitiva, de la Tierra, que a su vez pertenece al sistema Sol, al sistema Vía Láctea, al sistema Universo en expansión.

- Autonomía e integración: cada sistema es autónomo y al mismo tiempo relacionado. Por lo tanto con identidad propia, pero abierto de tal forma que se encuentra siempre en un proceso de integración con todos los elementos del medio. Darwin estableció la lucha por la vida como principio de la selección natural. El más fuerte sobrevive; triunfa, por lo tanto, el principio de autoafirmación. Dicha constatación no es verdad. Darwin se complementa con los principios de sinergia, cooperación, solidaridad universal, principios que responden por la supervivencia de todos en el todo. No hay que acentuar solamente la diferencia y la identidad sino la complementariedad y la solidaridad entre todos.

- Auto-organización y creatividad: cada sistema complejo, como por ejemplo, el sistema nervioso central, posee la propiedad de autoestructurarse. A medida que funciona, se va estructurando en un proceso de aprendizaje y de decisión (autopoiesis). La creatividad es intrínseca a los seres vivos y el sentido de la evolución es propiciar cada vez más capacidad de creación. El ser humano es, por excelencia, un ser autocreativo y auto-organizativo.

Boff, Leonardo (2005) "La voz del arcoiris"
Editorial Trotta: Madrid, pp. 56-58

Amor como elección


El amor no solo es un sentimiento, es también una elección.

Mario Alonso Puig (2008), Vivir es un asunto urgente.

Somos un universo en el que todo está relacionado

Según la teoría holográfica (especia de reconstrucción y fotografía de las ondas, posibilitada por el rayo láser, produciendo el llamado holograma) las partes están en el todo y en cada una de las partes. El premio Nobel Física David Bohm, propone, partiendo de esto, la imagen del orden universal como un orden que va formando un ovillo consigo mismo. Todo implica a todo; fuera de la relación nada existe, la relación forma todas las realidades. Lo que existe es el holomovimiento, un movimiento articulado en todas las direcciones interconectando todas las partes. Cada uno de nosotros está tambien envuelto con cada parte y con todo el universo.

Somos de hecho un único universo en el que todo está relacionado con todo.


Boff, Leonardo (2005) "La voz del Arcoris".
Editorial Trotta: Madrid, p. 53

Pecado original: la inclinación a la violencia

[Dice Girard]: Todos estamos de acuerdo en resistir al deseo mimético. Pero esto parece probar que las fuerzas generadores de la violencia en este mundo, por razones misteriosas que intento comprender, a nivel de la propia organización del mundo como tal, son más poderosas que la armonía y la unidad. Es el aspecto siempre presente del pecado original que, mas allá de cualquier concepción mítica, representa un nombre para la violencia en la historia.

BOFF, LEONARDO (2005) "La voz del Arcoris".
Editorial Trotta: Madrid, p. 45

La raíz última de la violencia: la hipótesis del deseo mimético y el chivo expiatorio

El formulador de esta interpretación es René Girard (1923 - ) profesor de Letras, antropólogo y filósofo francés que vive en los Estados Unidos. Analizando grandes obras literarias y mitos transculturales, observó el mecanismo siguiente: en la raíz de todo está la estructura del deseo humano, cosa que siempre vieron los pensadores y los grandes maestros (Isaías, Aristóteles, Freud, los sabios budistas...). El deseo es la gran mola propulsora de las transformaciones y de la búsqueda de lo nuevo.

Pero con una particularidad - observa Girard - que ha escapado al análisis de corte privado y subjetivista: existe siempre el otro, el tercero, que, según Girard, funciona como rival. El rival desea lo mismo que el otro, no por azar ni por coincidencia, sino por una estructura de fondo, ligada al mismo deseo humano. Éste es tendencialmente infinito. No solo desea esto o aquello, sino la totalidad, todo. Es un proyecto abierto al infinito.

Por eso el ser humano no sabe concretamente lo que desea. ¿El ser, el todo, la parte? Aristóteles ya observaba que el objeto del deseo es el ápeiron, el todo indeterminado. Girard entra por esa puerta y dice: el deseo solamente se determina a partir del rival. Cada persona desea lo que su rival desea. El deseo deja de ser vago y adquiere configuración concreta. Por lo tanto, el deseo es esencialmente mimético (mímesis = imitación). El ser humano desea lo que el otro desea. Uno imita al otro.

El deseo mimético, por otra parte, genera conflicto, pues, los dos que desean el mismo objeto se convierten en rivales, queriendo cada uno tomar exclusivamente para sí el objeto y conseguir su deseo. Para eso cada uno se siente obligado a excluir al otro. El conflicto se agiganta cuando son grupos que desean colectivamente el mismo objeto, más crece la rivalidad entre ellos; y cuanto más aumenta el conflicto, más se agudiza la violencia.

El deseo mimético funciona como un feedback: yo imito a mi rival, mi rival me imita. El modelo se vuelve modelo de su modelo. Todo se vuelve recíproco. ¿Por qué esa reciprocidad?, se pregunta Girard. Y constata que dicha reciprocidad, para bien o para mal, nunca ha sido debidamente analizada por los antropólogos que se han ocupado de ella. A partir de ella surge la lógica siguiente: cuanto más se desea el mismo objeto, más se intenta imitar al otro y más se intenta destruir al otro o destruir el objeto deseado por el otro o por todos los otros.

El auge del mimetismo y, con el, el auge de la violencia, se alcanza cuando los rivales se unen y crean la unanimidad mimética. Todos se unen contra uno solo sobre el cual descargan su violencia. Los muchos tienen ante sí un único rival que hay que eliminar. Él será la víctima.

El deseo mimético es, pues, esencialmente victimario. Produce víctimas en todos los campos en los que se expresa el deseo humano de competencia.

El proceso victimario es extremadamente fecundo. Para Girard, la producción de la víctima funda la sociedad y la cultura. Veamos las razones de tan sorprendente afirmación.

Cuando todos (menos uno, convertido en víctima) se unen para descargar su violencia sobre la víctima, crean una comunidad. Cuando descargan toda la violencia sobre la víctima, sobreviene la paz y la armonía, como gracia alcanzada por la propia víctima que, con su muerte, produce tal beneficio. La víctima aparece como la causa del desorden (todos se unen para eliminarla) y al mismo tiempo como la causa del orden (porque, ahora, muerta, ya no amenaza a nadie y todos se apaciguaron al descargar su violencia contra ella).

Girard afirma que la creación de la víctima (el chivo expiatorio) funda la comunidad y la cultura. Todos se unen para castigar a la víctima. Por la siguiente razón: si la violencia fuera abandonada a sí misma, se crearía una interminable cadena de violencia y de venganza. Uno mataría a oro porque éste ha matado, y así indefinidamente, como se ve ya claramente en las tragedias griegas. Cuando se crea la víctima todos descargan su violencia en ella, pudiendo así establecer una comunidad sin violencia devoradora.

Los griegos llamaban phármakos (de donde viene la palabra farmacia, tienda de productos curativos y farmacéuticos) a las víctima humanas. Eran personas que la sociedad mantenía a expensas del erario público para ser sacrificadas en los momentos de crisis. Con tal motivo, se las llevaba por las calles, por todos los rincones de la ciudad, para absorber las impurezas del ambiente. Eran personas despreciables y respetables al mismo tiempo. Despreciables, porque incorporaban toda la perversidad de la comunidad. Respetables, porque mediante su sacrificio la comunidad se apaciguaba. Con su sacrificio, se producía un efecto "farmacéutico", es decir, curativo. Toda la hostilidad y la violencia latente de la ciudad quedaba drenada y calmada gracias a la víctima.

Inicialmente se sacrificaba un hijo, un deficiente físico, un prisionero, un esclavo, alguien de la familia humana. Después se sustituyó a la víctima humana por un animal que guardase cierta analogía con los humanos (un cordero o chivo expiatorio) sobre el que se pudiese descargar toda la venganza. La víctima tiene siempre una función vicaria: está en lugar de toda la comunidad que, al descargar sobre ella su violencia, alcanza la paz y la concordia social.

En el proceso civilizatorio se trató de sustituir la víctima por la ley. No basta sacrificar de vez en cuando; el proceso del deseo mimético siempre está activo. Entonces surge la ley, que crea la norma y la prohibición, rompiendo así la cadena de violencia y de venganza. La ley cumple la función de orden social. La comunidad en vez de matar personas (víctimas), les aplica la ley y las penas de la ley. Con eso la sociedad se calma, como en otros tiempos, cuando mataba de verdad. Ahora mata simbólicamente, imponiendo penas, aislando a las personas en cárceles y, en casos límites, condenándolas legalmente a la muerte.

En este paso del sacrificio a la ley se crea, según Girard, el rito. Mediante éste se recuerda y se celebra el beneficio que la víctima ha producido con su muerte, es decir, la paz, el apaciguamiento y la cohesión de la comunidad. Finalmente, se elabora el mito, que es la narración plástica y dramática de todo este proceso ritualizado.

Ley, rito y mito son, según Girard, la base de toda cultura y las instituciones que se derivan de ellas. Esas tres pilastras buscan cerrar la boca de la víctima; están construidas por los que sacrifican a la víctima y la mantienen como víctima.

Hoy en día no hacemos sacrificios como antes, pero creamos también víctimas mediante mecanismos sacrificialistas que son, tal vez, más perversos. Como tesis general debemos decir: donde hay instituciones vuelve a brotar la violencia. Las instituciones son sistemas autorreguladores y sacrificiales. Castigan, excluyen e incluso eliminan a quienes no se ajustan a ellas. Concretizan leyes y normas estructuradas, poseen sus ritos y elaboran el mito que justifica su creación.

El sistema económico y el mercado son, en la actualidad, especialmente sacrificiales. Ya Adam Smith, padre de la economía política, decía: toda sociedad civilizada deja morir a los que no pueden garantizar su subsistencia. Quien está en el sistema, en el conjunto articulado de leyes, normas e instituciones, vive; quien no, es apartado y muere.

La armonía se basa en algo terrible: dejar morir a los que no componen la armonía. Entonces, el orden instituido produce desorden, pero vive como orden en la medida en que excluye a todos los que no son capaces de entrar y mantenerse en él. Esto es lo que sucede con el mercado autorregulador: quien es fuerte en el mercado, vive y progresa; quién es débil, es apartado, eliminado y excluido del mercado. Por lo tanto, cuando se celebra la capacidad autorreguladora del mercado, se está celebrando su sacrificialidad. El desempleo es necesario para salvar empresas. Mantener la plantilla, sin despedir empleados, es no ser sacrificialista. Pero tiene un precio: no ser eficaz, permanecer económicamente débil, perder frente a la competencia y autosacrificarse, muriendo empresarialmente.

De acuerdo a esta lógica, cobrar la deuda externa implica generar un genocidio inconsciente. Por tener que pagar la deuda externa, un gobierno se ve obligado a reducir las inversiones sociales - complementación nutricional en las escuelas, la salid pública, el saneamiento básico (inversiones sin retribución financiera, solamente social), la seguridad - lo que produce la muerte y la enfermedad de muchísimas personas, sobre todo de ancianos y de niños.

Los representantes financieros argumentan que sería irresponsable no cobrar la deuda externa porque hay contratos en juegos y existe una legislación internacional. En la esfera de los negocios, nadie regala nada a nadie; por tanto, cobrémosla. En otras palabras: sería irresponsable no querer el genocidio implícito. Permitámoslo. Los nazis argumentaban de la misma manera: es irresponsable no matar judíos. Existe una legislación sobre la pureza racial; por lo tanto, matémoslos. Es legal, pero ¿es justo?

Aquí aparece el mecanismo sacrificialista del sistema económico actual en su forma contemporánea, neoliberal y mundializada. Sacrifica más personas que las que sacrificaban los aztecas en las pirámides o los cananeos a su estatua de Moloc. Pero los agentes del mercado no quieren reconocerlo. Sin embargo, los niveles de miseria, de hambre y de exclusión de los países empobrecidos lo comprueban irrefutablemente, a través de los índices de los propios organismos del mercado, como el Banco Mundial y el FMI.

Cabría aquí una palabra sobre la necesidad de planificar el lado libre del mercado autorregulador. El mercado se autorregula a la costa de sacrificios crecientes. Es función del Estado, como gerente del bien común desde una perspectiva realista, planificar a fin de reducir esa voracidad a niveles soportables, especialmente en tres áreas: garantizando pleno empleo (tendencialmente) cuidando de la distribución de la renta y velando por la preservación de la naturaleza.

La esencia ética de la opción socialista reside en no entregar a los mecanismos autorreguladores del mercado la consecución de las metas sociales fundamentales. El socialismo pretende garantizar, de manera razonable, el principio de la destinación común de los bienes de la naturaleza e inclusive de los frutos del trabajo humano, para formar el bien común social y ecológico.

La teoría de Girard sobre el deseo mimético nos permite entender mejor los mecanismos de reproducción de la violencia. La violencia de los marginados y de los oprimidos es reflejo mimético de la violencia primera y modélica de las clases dominantes que impiden que se realice el deseo de las mayorías. Los oprimidos son violentos porque se encuentran, contra su voluntad, encuadrados en una sociedad violenta. Son las víctimas sobre las que la clase dominante descarga su violencia y elabora la paz entre los lobos.

La clase dominante (y lo es por utilizar la violencia de manera permanente) inventa continuamente chivos expiatorios. Tiene que inventarlos para esconder la propia violencia. Son los pobres, o los negros, o los sin-tierra, los marxistas, los subversivos, la Iglesia progresista, las izquierdas, los refractarios a la modernización neoliberal y la privatización. Excusándose en aniquilar a la víctima, puede descargar su violencia sobre ella, aplicarle las leyes, castigarla de mil formas, hasta con la exclusión sistemática del proceso de producción y de consumo, tal como ocurre actualmente a nivel mundial. Y lo que es peor: crea una interpretación ideológica sobre la situación de crisis permanente en Brasil, diciendo que es consecuencia de la esclavitud, del mestizaje, de nuestro sustrato latino-católico-medieval. Tales pretextos pretenden ocultar el hecho de que ella es la causante principal (no exclusiva) de la herencia de exclusión que estigmatiza históricamente nuestra realidad social.

Si miramos bien, los únicos que realmente trabajaron del sol a sol y construyeron casi todo lo que existe en este país fueron los negros, en sus días esclavizados. Hoy son difamados como perezosos, inútiles, refractarios a todo tipo de trabajo, pensando solo en carnaval y en samba. Esto es una profunda injusticia y una mentira histórica.Son los recursos miméticos de las clases dominantes que crean chivos expiatorios para enmascarar su propia violencia y ocultar su falta de solidaridad y de sentido de justicia histórica; con ellas se podrían reparar las maldades perpetradas contra los negros y los pobres en la historia de Brasil.

Por otro lado, las víctimas colectivas de la violencia no aceptan tal condena y tratan de defenderse dentro del férreo círculo de violencia, ahora de antiviolencia mimética. El círculo siempre se vuelve vicioso, sin posibilidades de ser virtuoso. Esto implicaría una revolución en las relaciones sociales, basadas ya no en el deseo mimético sino en el deseo comunitario y solidario.

No es fatal que el tercero, el rival que tambien desea, desee solo para sí, excluyendo al otro. Hay una actitud alternativa: construir solidaridad y comunión, con los otros deseantes, en torno al mismo objeto deseado por todos. Surgiría así otro tipo de sociedad, no violenta sino solidaria; no individualista sino comunional; no desgarrada sino integrada.

René Girard entrevé el fenómeno cristiano la superación de la práctica sacrificial. Jesús inaugura otro deseo mimético (desiderio desideravi... "deseo ardientemente comer esta Pascua con vosotros", del evangelio de Lucas 22,15), el de la donación y de la autoentrega. En lugar del sacrificio que elimina al oro, Jesús presenta el don de sí, libre, amante y total hasta el punto de autosacrificarse por él. Esta actitud, que rompe la violencia, inaugura una nueva comunión y una nueva comunidad humana, en la que la colaboración y el amor son la ley y la norma, donde la competitividad es solo en el sentido del mejor y más generoso al servicio de todo.

Leonardo Boff en La voz del arcoiris (2005)

miércoles, 21 de febrero de 2018

Violencia y raciocinio revolucionario

Hay un principio de pensamiento social construido a partir de la criminalidad social. Se descubre la sociedad de desiguales como causante de la pobreza y se usa la fuerza individual para compensar un interés particular. Es una visión individualista, por eso no es revolucionaria. En realidad, refuerza la visión conservadora porque si por una parte cuestiona la estructura social inicua - lo que es un problema político - no capta, por otra parte, que ésta debe ser cambiada colectivamente para impedir que se perpetúen la injusticia y la desigualdad. El individuo busca lo suyo mediante la violencia, como compensación, sin cambiar en nada al sistema. Un problema político exige una solución política y no meramente individualista.

Político sería organizar grupos para transformar tal sociedad mediante procesos de concienciación y de creación de "organizaciones orgánicas" con prácticas transformadoras, partiendo de un algunos líderes "marginales!, como ocurrió hace tiempo en la favela de la "Rocinha" de Río de Janeiro. Al ser detenidos en un enfrentamiento con la policía, declararon que las favelas necesitaban de un Lenin o un Che Guevara. En una palabra: de revolucionarios para instaurar una nueva sociedad sin favelas.

La burguesía y el Estado temen exactamente este tipo de raciocinio, pues éste sí es revolucionario y los amenaza como un todo. Mientras permanezca individualizada, la violencia no asusta. Al contrario, el Estado aplica tranquilamente sus leyes y castiga a los marginales mientras la burguesía se siente segura en su orden que, en realidad, es orden político-jurídico dentro de un gran desorden social del que ella es su causa principal.

A la burguesía le gusta dramatizar la violencia a través de los periódicos y de la televisión, mostrando el nivel de perversidad de los crímenes así como el número de víctimas. Consigue elevar la violencia urbana a nivel de problema nacional y, en cierta época, de seguridad nacional.

En realidad, si nos atenemos a los números, muere mucha más gente en accidentes de tráfico (cerca de 30.000 al año) en accidentes de trabajo y a consecuencia del hambre y de las enfermedades de hambre que víctima de asaltos. Pero esos números no amenazan a los detentores del sistema y al orden de los que beneficia. Esa realidad, violenta, que mata a cada minuto, no es dramatizada y por eso se hace socialmente soportable.

La violencia urbana se dramatiza para conseguir un efecto político: la persecución, la prisión y, eventualmente, la muerte de los criminales. De esta forma, la clase dominante consigue hacer olvidar que se asienta sobre una violencia originaria provocada por ella misma. De aquí la importancia de la vigilancia, del control y de la represión, con toda la parafernalia, sobre la poblaciones periféricas o marginales al sistema.

Leonardo Boff en La Voz del Arcoiris (2005)

martes, 30 de enero de 2018

¿Qué es la Espiritualidad?

Es esa capacidad del ser humano de captar el mensaje de grandeza, de belleza y de misterio que atraviesa el universo y la vida; capacidad de hacer la experiencia de un sentido último de sí mismo y del cosmos, de llamarlo Dios y de entrar en diálogo íntimo con él (de esta experiencia nacieron todas las religiones). Permite identificar el eslabón perdido que todo liga y re-liga (de donde viene religión) y hacer así una experiencia de totalidad dinámica y abierta.

Leonardo Boff (La voz del arcoriris, 2003)

Las preguntas kantianas y la religión

Las grandes preguntas señaladas por E. Kant - ¿qué podemos saber, qué podemos hacer y qué podemos esperar? - estarán siempre a la orden del día en cualquier territorio o proyecto antropológico y social. Se trata de una exigencia transcultural. Por eso, como respuesta a esta cuestiones centrales, siempre habrá lugar para la ciencia, la ética, la filosofía, la espiritualidad y la religión.

Leonardo Boff (La voz del arcoiris, 2003)

Posmodernidad

La postmodernidad asume todo y estetiza todo; es decir, hace todo objeto de una sensación y de una emoción. Todo es bueno, se se lo parece a usted. Todo puede ser objeto de una vivencia estética: las escenas de terror de gamines o niños de la calle asesinados, la ternura de la Madre Teresa de Calcuta ayudando a los enfermos abandonados en las calles a morir dignamente, la limpieza étnica en Kosovo, la violación de mujeres en Bosnia o el salvamento de náufragos en alta mar, serial killer, ópera, canto gregoriano, pornografía, arte clásico, meditación zen y compromiso con las tribus indígenas amenazadas de exterminio. Todo tiene el mismo valor e interés. Todo propicia una vivencia humana, hasta demasiado humana. No Marx sino Nietzsche es el modelo de pensamiento y compromiso.

Lo que resulta de esta situación es la fragmentación de todo, la disolución de cualquier canon, la carnavalización de las cosas más sagradas, la ironización de las grandes convicciones, la permanente crisis de identidad, la renuncia a cualquier profundidad, denunciada como metafísica, como esencialismo, y la destrucción de las razones para todo compromiso fundamental. Desaparece el horizonte utópico, sin el que ninguna sociedad puede vivir y ningún compromiso humano consigue tener base de sustentación y significado.

En este sentido, la postmodernidad debe ser vista, más que como una nueva fase de la historia, como una actitud del espíritu en contexto de crisis y de ocultamiento de todas las referencias. Sólo quedan las autorreferencias personales del individuo encerrado en sí mismo.

Leonardo Boff (La Voz del Arcoiris, 2003)