miércoles, 21 de febrero de 2018

Violencia y raciocinio revolucionario

Hay un principio de pensamiento social construido a partir de la criminalidad social. Se descubre la sociedad de desiguales como causante de la pobreza y se usa la fuerza individual para compensar un interés particular. Es una visión individualista, por eso no es revolucionaria. En realidad, refuerza la visión conservadora porque si por una parte cuestiona la estructura social inicua - lo que es un problema político - no capta, por otra parte, que ésta debe ser cambiada colectivamente para impedir que se perpetúen la injusticia y la desigualdad. El individuo busca lo suyo mediante la violencia, como compensación, sin cambiar en nada al sistema. Un problema político exige una solución política y no meramente individualista.

Político sería organizar grupos para transformar tal sociedad mediante procesos de concienciación y de creación de "organizaciones orgánicas" con prácticas transformadoras, partiendo de un algunos líderes "marginales!, como ocurrió hace tiempo en la favela de la "Rocinha" de Río de Janeiro. Al ser detenidos en un enfrentamiento con la policía, declararon que las favelas necesitaban de un Lenin o un Che Guevara. En una palabra: de revolucionarios para instaurar una nueva sociedad sin favelas.

La burguesía y el Estado temen exactamente este tipo de raciocinio, pues éste sí es revolucionario y los amenaza como un todo. Mientras permanezca individualizada, la violencia no asusta. Al contrario, el Estado aplica tranquilamente sus leyes y castiga a los marginales mientras la burguesía se siente segura en su orden que, en realidad, es orden político-jurídico dentro de un gran desorden social del que ella es su causa principal.

A la burguesía le gusta dramatizar la violencia a través de los periódicos y de la televisión, mostrando el nivel de perversidad de los crímenes así como el número de víctimas. Consigue elevar la violencia urbana a nivel de problema nacional y, en cierta época, de seguridad nacional.

En realidad, si nos atenemos a los números, muere mucha más gente en accidentes de tráfico (cerca de 30.000 al año) en accidentes de trabajo y a consecuencia del hambre y de las enfermedades de hambre que víctima de asaltos. Pero esos números no amenazan a los detentores del sistema y al orden de los que beneficia. Esa realidad, violenta, que mata a cada minuto, no es dramatizada y por eso se hace socialmente soportable.

La violencia urbana se dramatiza para conseguir un efecto político: la persecución, la prisión y, eventualmente, la muerte de los criminales. De esta forma, la clase dominante consigue hacer olvidar que se asienta sobre una violencia originaria provocada por ella misma. De aquí la importancia de la vigilancia, del control y de la represión, con toda la parafernalia, sobre la poblaciones periféricas o marginales al sistema.

Leonardo Boff en La Voz del Arcoiris (2005)

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