Escuché a una profesora de ciencias que hablaba entusiasmada
de una feria científica en la cual había participado. El dato más relevante que
destacaba ella era a propósito de los piures (yo sabía que son unos mariscos o
algo así, pero no mucho más, salvo que se acoplan a unas rocas y ahí se quedan
de por vida adornando el mar con un rojo intenso). Mi colega decía: es
increíble, los piures nacen con cerebro y se movilizan para buscar lo que será
su hogar para toda la vida. Una vez que lo hacen, su cerebro comienza un
proceso de desaparición. Cuando el piure se acomoda, pierde su cerebro.
Una lección más que nos brinda la naturaleza. Nuestro ser
profesional, nuestro ser inteligente, nuestro ser curioso y resolutivo es un
ser en peligro de desaparición. Cuando la técnica, las recetas médicas, los
ingredientes exactos, los pasos a seguir, aquella fórmula infalible; pasan a
ser nuestro meta de aprendizaje y de estilo de vida, nuestro hogar emocional,
intelectual y hasta espiritual, en donde nos queremos asentar; igual que el
piure que busca enclavarse para estar y ser una roca más; igual que el piure,
perdemos el cerebro.
Después de esta historia me puse a buscar imágenes del
piure. A simple vistas son unas piedras sin mayor diferencia a tantas otras.
Cuando se les abre aparece su rojo intenso. La piedra ya no es solo piedra, es
el cofre de un precioso tesoro. Esto me alegro. Aunque muchos, por acomodarse,
han perdido su cerebro y se conviertan en una piedra igual que todas, siempre
puede pasar que algo o alguien los quiebre para revelar, una vez más, lo que
son en realidad: algo único, irrepetible e inteligente. Por lo general ese
alguien es un profesor.
Joaquín Fernández
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