lunes, 17 de febrero de 2014

El siglo VI a.C.: La edad de oro de la historia religiosa (Bentué)


El siglo VI antes de Cristo constituye un período de la historia humana particularmente significativo desde el punto de vista de la historia religiosa de la humanidad. Durante ese mismo siglo, en la India surgió la genialidad de Buda, junto a otros personajes menos conocidos, el principal de los cuales es sin duda el fundador monástico Vardhamana o Mahavira, conocido también como Jaina "el victorioso". 

Al mismo tiempo, en China, aparecían los dos genios compiladores de la gran tradición cultural y religiosa de ese continente: Lao-tsé  y Confucio

En Persia, es el siglo del gran Zoroastro, mientras en Grecia florecen los grandes cultos mistéricos de Dionisios y Deméter (Eleusis) que dieron pie a la literatura de los grandes autores "trágicos" (Eurípides, Sófocles y Esquilo).

Por su parte, en el mundo bíblico, es el siglo del exilio babilónico, en cuyo contextos surgen grandes profetas: Jeremías, Ezequiel y el Segundo Isaías, junto al movimiento religioso sacerdotal y deuteronomista; así como constituye el siglo del nacimiento del Judaísmo rabínico y de las sinagogas. 

Se trata pues, de un siglo de oro desde el punto de vista de la historia de las religiones. No ha habido otro período de tal ebullición religiosa simultánea y, a la vez, en tan distintos puntos de la geografía. Puede además considerarse como el inicio del milenio religioso de oro en la historia humana que, pasando por el cristianismo, culminará con el Islam, en el siglo VI después de Cristo.

Podría interpretarse el fenómeno con categorías teológicas de irrupción excepcional del "Espíritu" de Dios en la conciencia humana; pero tambien, cabe explicarlo, en forma no necesariamente alternativa sino complementaria, apelando a la categoría de que Karl G. Jung denominó "principio de sincronicidad", como una especia de "telepatía religiosa" y que describe así:

"Existen fenómenos psicológicos paralelos que no pueden relacionarse sin más entre sí de un modo causal, sino que deben estar en otro encadenamiento de sucesos. Este encadenamiento me apreció darse esencialmente en el hecho de la relativa simultaneidad. De ahí la expresión sincronístico. Pues parece como si el tiempo no fuese algo abstracto, sino más bien un continuo concreto, que contiene cualidades y condiciones básicas que, con relativa simultaneidad, pueden manifestarse en diversos lugares, en un paralelismo que no puede explicarse causalmente (ni casualmente) como, por ejemplo, en los casos de aparición simultánea de pensamientos, símbolos o estados síquicos idénticos".

Antonio Bentué en Historia de las Religiones.

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