Mi Dios es poeta.
Porque el poeta es el que mejor sabe expresar
en palabras los sentimientos más profundos y escondidos del mundo.
Y mi Dios se hizo palabra.
Una palabra tan clara, tan sugestiva, tan
nueva, que es poesía.
Una palabra que el mundo esperaba desde
siempre.
Una palabra que lo dice todo. Una palabra que
es inédita. Una palabra que asombra.
Mi Dios es una poesía nueva porque crea lo que
canta.
Los demás poetas cantan lo que sueñan, lo que
aman, lo que quizás nunca será.
La poesía de mi Dios es un milagro:
“¡Niña levántate!”: es un verso de amanecer,
pero un verso creador porque la niña muerta volvió a la vida.
“¡Este es mi cuerpo!”: es un verso de
atardecer, pero desde entonces Dios es del mundo y se le puede comer.
“¡Tus pecados te son perdonados!”: es un verso
en el corazón de la noche, pero desde entonces la nieve es ya de todas las
estaciones.
“¡Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso!”:
es un verso fuera del tiempo y desde entonces lo infinito y lo eterno corren
gozosos por nuestra sangre alimentando nuestra esperanza.
Mi Dios es poeta porque sabe decir las cosas
más difíciles y más asombrosas con la sencilla naturalidad del niño.
Mi Dios es poeta porque sabe llenar de luz lo
más sombrío, porque sabe dar calor a lo más frío, porque sabe dibujar la
esperanza hasta en el muro sucio de la vergüenza.
Mi Dios es poeta porque hace vibrar cuanto
toca;
porque sabe hacer el milagro de que en él todo
merezca un verso: hasta la miseria.
Mi Dios poeta recogió, en sus ojos, a su paso
por la tierra, toda la poesía escondida en las cosas y en los hombres.
Por eso su mirada está cuajada de poesía.
Por eso no existe un verso que él no haya ya
escrito, recitado, sentido.
Para mi Dios todo era poesía: la gallina, una
moneda, las espigas, un pozo de agua, un niño sucio, una mujer que ama, un
hombre que teme y duda, una esposa que se abre a la vida, los peces que él
acerca a las brasas junto al lago, la austeridad ascética del Bautista y la
sencilla libertad de espíritu de sus discípulos que no ayunaban.
Y mi Dios sigue siendo poesía eterna, porque
sigue siendo la palabra sonora o silenciosa.
Sigue siendo en el corazón de los hombres el
gran juglar de la historia.
Mi Dios sigue siendo poeta porque en mi Dios
no hay más que belleza, sensibilidad, ternura, inteligencia, profecía, pasión
por todo lo que es.
Todo poeta verdadero es en algún modo un
revolucionario, porque escarba, con arte, en el fondo de las cosas y las aguas
se alborotan y gritan su suciedad escondida.
Por eso mi Dios es el verdadero revolucionario
de la historia.
Por eso su poesía es siempre actual y viva.
Por eso sus versos, su palabra, son siempre
una sacudida, un empujón, una alarma.
Es difícil mi Dios poeta, mi Dios sensible, mi
Dios revolucionario, para aquellos que piensan a Dios con la matemática, para
quienes no conciben a Dios enamorado de las cosas tangibles, para quienes
prefieren un Dios mudo, impenetrable, impasible.
Pero mi Dios será poeta siempre.
Poeta del infinito y poeta de la tierra, de mi
tierra, de mi pobre tierra, de mi dulce tierra.
Mi Dios es sensible a toda vibración de poesía
viva, de carne y sangre humana.
Mi Dios es la poesía hecha persona.
Mi Dios es la inspiración de todo ser creado
que deja que su frágil caña se llene a cada instante de esa palabra misteriosa,
que le mantiene en el ser y le recuerda que la vida no es absurda.
Juan Arias
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