Mientras una de estas fuerzas indican que los saberes han de
ser transferidos a todas las personas, la otra advierte que tal transferencia
solo ha de realizarse con las personas que dispongan de medios para recibirlos.
Mientras una señala que las personas llegan hasta a la escuela en el uso de su
derecho de aprender, la otra aclara que las personas han de probar que están en
condiciones de tener éxito en el aprendizaje.
Mientras una pretende que las
escuelas se adapten a las posibilidades y a las necesidades de aprender de los
distintos alumnos, la otra presiona para que sean los alumnos los que tengan
que adaptarse a las necesidades de las escuelas. En suma, mientras una lucha
para que las escuelas sean testigos de los valores que existirán en la sociedad
esperada, de modo que, ya ahora, constituyan una comunidad sin marginados y con
posibilidades de crecimiento para todos, la otra pugna por replicar la sociedad
actual, volviendo a marginar a los que la sociedad ya marginó y poniendo sus
medios al servicio de aquellos que ya contaban con estos al llegar a las
escuelas.
Gabriel
Castillo. El aseguramiento de los
aprendizajes básicos: una propuesta teórica y práctica.
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