Nada caracteriza nuestra
experiencia de vida de un modo más honrado y comprehensivo que nuestra
experiencia de sufrimiento: nuestro propio sufrimiento y el de los demás, junto
con el hábito de hacer que los otros sufran.
La historia de la humanidad, al menos durante el período de tiempo del
que se conservan documentos escritos, ha sido una historia de sufrimiento, tal como la describió el teólogo Johann
Baptist Metz hace algunos años.
Nuestros libros de
historias no cuentan otra cosa. Hablan de victorias y conquistas militares, de
grandes civilizaciones y de asombrosos descubrimientos e inventos. Lo que
ocultan o pasan por alto es el horrible sufrimiento humano que acompañó a todos
esos acontecimientos. Algunos piensan que el sufrimiento subyacente de tantos
millones de personas no tiene significación histórica. Pero, como Metz y otros
muchos indican actualmente, lo que realmente importa en nuestra historia es el
sufrimiento de las personas.
La historia de todas
nuestras guerras es una historia de personas que fueron heridas, mutiladas,
destrozadas, abrasadas por el napalm, masacradas, torturadas, humilladas y
abandonadas en las trincheras. Uno piensa especialmente en la mujeres, en los
niños, los ancianos y las personas que perdieron a sus seres queridos.
Las grandes pirámides de
Egipto fueron construidas a costa del sufrimiento de esclavos, y miles de ellos
murieron. El Nuevo Mundo fue construido sobre el genocidio, el exterminio de
pueblos naticos americanos y la humillación y la agonía de esclavos africanos
que se veían obligados a remar en los barcos en que ivan encarcelados a través
del Atlántico, muriendo a millares en la travesía. La historia real de la
revolución industrial es la historia no escrita del sufrimiento y la privación
de los trabajadores y sus familias en las nuevas factorías y minas. Hasta hace
poco tiempo, la historia de Sudáfrica ha sido en gran parte una historia de
humillación y penalidades raciales insoportables.
Aun cuando en algunas
áreas de la vida hay hoy menos sufrimiento que en el pasado, en otras áreas es
mucho mayor. Por ejemplo, actualmente en algunas comunidades, especialmente en
el sur de África, la pandemia del VIH/SIDA causa sufrimientos intolerables, no
solo a quienes la han contraído, sino también a millones de niños huérfanos,
terriblemente traumatizados. Y más grave aún es el número de personas que viven
en una horrible situación de pobreza y miseria, miles de millones más que en el
pasado. La primera consecuencia obvia de la explosión demográfica es más
sufrimiento para más personas.
Albert Nolan, Jesús hoy. Una espiritualidad de libertad
radical (2007).
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