Esta mañana, mientras me hallaba preparando tranquilamente
mi itinerario asiático, se me ha presentado un hombre de unos cincuenta años,
amable y casi obsequioso, quien me ha manifestado que debía hablarme a solas de
cosas muy importantes. Hice salir a mi secretario y me dispuse a escucharle.
-¿Conoce usted la «FOM»? -me ha preguntado en voz baja el
visitante.
He tenido que admitir que no había oído hablar nunca de
ella.
-Me lo imaginaba. Y es mejor que sea así. Se trata, como le
explicaré, de una Liga Secreta. Mis jefes creen que la adhesión de usted sería
infinitamente de desear.
He creído que se trataba de una especie de Ku-Klux-Klan y he
manifestado que en manera alguna quería mezclarme en sociedades secretas.
-Cuando le haya dicho lo que es la «Fom» estoy seguro de que
cambiará de manera de pensar. El nombre, como ya debe imaginarse, es una sigla
de iniciales. Nuestra Liga se llama: Friends of Mankind y sus fines son
completamente desinteresados. Los fundadores, cuyos nombres me es imposible
revelarle, han partido del siguiente principio: el aumento continuo de la
Humanidad es contrario al bienestar de la Humanidad misma. Por medio de la
industria, la agricultura y la política colonial, se intenta suplir el déficit,
pero está claro que dentro de algún tiempo habrá un balance demasiado desigual
entre el banquete y el número de los que al banquete asisten. Malthus tenía
razón, pero se equivocó al creer demasiado cercano el desastre. En realidad, la
Naturaleza, en forma de terremotos, erupciones, epidemias, carestía y guerras,
viene a diezmar de un modo periódico al género humano. También el tráfico
automovilístico, el comercio de estupefacientes y los progresos del suicidio
contribuyen, desde hace algún tiempo, a la reducción de los habitantes del
planeta. Pero todas estas, llamémoslas providencias, no consiguen compensar el
aumento de nacimientos, sin contar que son, para las víctimas, formas dolorosas
de supresión.
¿Cómo remediarlo? Aunque no hayamos llegado al hambre, está
cercano el momento en que nuestras raciones se verán reducidas. Y entonces es
cuando interviene la "Fom". Ésta se propone acelerar racionalmente la
desaparición de los que sean menos dignos de vivir. La nuestra podría llamarse
-en su primera fase- la Liga para la eutanasia inadvertida. El inconveniente de
las calamidades naturales -como las epidemias y las guerras- es que provocan la
desaparición de los jóvenes, de los inocentes, de los fuertes. Pero si es
necesario hacer un expurgo sobre la tierra, es justo, ante todo, eliminar a los
inútiles, a los peligrosos o a aquellos que han vivido ya bastante. El
terremoto y la cólera son ciegos; nosotros tenemos ojos y muy buena vista.
Nuestra Liga se propone, pues, apresurar de un modo dulce y discreto, y en el
secreto más absoluto, la extinción de los débiles, de los enfermos incurables,
de los viejos, dé los inmorales y de los delincuentes; de todos esos seres que
no merecen vivir, o que viven para sufrir, o que imponen gastos considerables a
la sociedad.
Los medios de que nos servimos son los más perfeccionados:
venenos que no dejan rastro, inyecciones a altas dosis, inhalaciones de gases
anestésicos y tóxicos. A nuestra Liga pertenecen muchos médicos, enfermeros y
criados, los que se hallan en las condiciones más favorables para esos actos
humanitarios, y los resultados son excelentes. Pero forman también parte de
ella numerosos particulares que se prestan, con toda la cautela necesaria, a
suprimir a un amigo, a un pariente y también a simples desconocidos. La moral
pública, ofuscada por las viejas supersticiones, no ha llegado todavía a
reconocer, o al menos a tolerar, nuestras operaciones benéficas, y por eso nos
vemos obligados a obrar con el más profundo secreto. Ninguno de los nuestros,
hasta ahora, ha sido descubierto, y, a despecho de los obstáculos, las
estadísticas de mortalidad, desde que se constituyó la "Fom",
demuestran que nuestro trabajo filantrópico no ha sido inútil.
»Aneja a la sección, llamémosla "tanatófila", de
la "Fom", existe otra igualmente preciosa y que podríamos llamar
moralizadora. Hay, por ejemplo, culpas que nuestros códigos no castigan o que
la Policía no sabe descubrir. Nuestra Liga atiende también a esa necesaria
represión. Una junta formada de profesores de moral y de juristas se ocupa en
establecer una lista de culpables en ésta y otras ciudades. Para las
ejecuciones hemos tenido que recurrir a delincuentes profesionales o
voluntarios que se encargan, siempre con el más absoluto secreto, de castigar a
los inculpados. Ésos roban a los ladrones, a los avaros, a los estafadores;
secuestran y apalean a los perseguidores sistemáticos de los niños y de los
dependientes; someten a humillantes penas a los especuladores deshonestos, a
los encubridores y a otras personas dañosas e inmorales. Somos, en este caso,
homeópatas: delito contra delito. Para castigar el mal debemos resignarnos a
infligir el mal, pero la nobleza del fin nos absuelve.
Como ve, la "Fom" tiene dos cometidos necesarios
y honrosos: impedir la ruina del standard of life, amenazado por el exceso de
población, y combatir a los viciosos y criminales que la ley no castiga.
Eliminación de lo superfluo y purificación de la sociedad. Nosotros
contribuimos por eso, y con una doble obra, a la mejora material y ética del
género humano y podemos llamarnos, con tranquila conciencia, Friends of
Mankind.
Dejé hablar al locuaz apóstol de la «Fom» hasta el final;
deseaba saberlo todo, y confieso que algunos de sus razonamientos no me
disgustaron. Quien está libre -como yo lo estoy- de toda preocupación moral o
religiosa, no puede oponerse seriamente a una tal dialéctica. Si no tenemos más
que una vida y la vida consiste en tener una buena ración en el convite
universal, el programa de los Friends of Mankind es lógico y científico. Sin
embargo, mi repugnancia a asociarme con otros y a ligarme con el vínculo
secreto, hizo que no me inscribiese. Di, sin embargo, buenas esperanzas al
emisario de la «Fom», ante el temor de ser objeto de represalias. Dentro de
cuatro días salgo para San Francisco y China; ya tendré tiempo de pensarlo a la
vuelta.
Giovanni
PAPINI. Gog en Gog.
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