sábado, 13 de febrero de 2016

El cuerpo y el espíritu en la sexualidad


De un espíritu si sexo hemos pasado a un sexo sin espíritu. La opción entre angelismo y zoología aparece como la única alternativa posible. 
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[En un equilibrio] es cuando el cuerpo queda elevado a una categoría humana, henchido de un simbolismo impresionante, pues hace efectiva una relación personal, sostiene y condiciona la posibilidad de todo encuentro y comunicación. Cualquier expresión corporal aparece de repente iluminada cuando se hace lenguaje y palabra para la revelación de aquel mensaje que se quiere comunicar. Es la ventana por donde el espíritu se asoma hacia afuera, el sendero que utiliza cuando desea acercarse hasta las puertas de cualquier otro ser, la palabra que posibilita un encuentro. Su tarea no consiste principalmente en realizar unas funciones biológica, indispensables sin duda para la propia existencia, sino en servir, sobre todo, para cumplir con esta otra tarea: la de ser epifanía de nuestro interior persona, palabra y lenguaje que posibilita la comunión con los otros.
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También el cuerpo, como hemos dicho, es lenguaje, epifanía, comunicación, el único sendero por el que podemos acercarnos a la otra persona y el único camino por el que ella puede responder a mi llamada. En este carácter mediático se encierra toda su riqueza. No es una simple realidad biológica, una manera fuente de placer, na imagen que admira y seduce, sino un símbolo que descubre al ser que lo habita y dignifica. El riesgo que existe es el de quedar seducidos por el encanto y la atracción que también nos brinda, sin llegar hasta el interior de la persona que con él se nos comunica y manifiesta. 

Cuando la atención se centra en lo simplemente biológico supone romper por completo su simbolismo, como el idólatra que convierte en dios a un pedazo de madera (...). Cuando el encuentro sexual, en este sentido, se reduce a la superficie, permanece cautivo de las manifestaciones más externas y secundarias o no termina, más allá de las apariencias, en el interior de la otra persona, la sexualidad humana ha muerto. Hemos matado lo único que la vivifica y se ha postergado a un nivel radicalmente distinto e inferior. En la novela "La condición humana", A. Mairaux pone en boca de una chica, cuando sufría la amenaza de la violación, una frase que nunca debería olvidarse en este campo: "Yo soy también el cuerpo que tú quieres que sea solamente". Y ya dijimos que, cuando del cuerpo se elimina el espíritu, solo resta un pedazo de carne.

Eduardo López Azpitarte en Amor, Sexualidad y Matrimonio. 

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