sábado, 13 de febrero de 2016

Antropología unitaria de la Biblia

Lo primero que llama la atención en la Biblia, como punto de partida de toda su reflexión posterior, es la concepción tan unitaria que tiene del ser humano. Los términos que utiliza no encierran la misma significación que revisten en la actualidad para nosotros, cuando los interpretamos desde una antropología dualista. Es más, su enseñanza no parte de una visión filosófica o metafísica que intenta desvelar la naturaleza de la persona, sino de un contexto religioso que centra su atención en las relaciones de Dios con su criatura, aunque esa fe se exprese también dentro de una cultura determinada. El término hebraico más cercano, utilizado para designar al cuerpo, es el de "basar" que equivale a la piel - superficie de un organismo viviente -, a la carne - la parte muscular del organismo - o para indicar cualquier otro aspecto de la corporalidad de los vivientes sobre el que ahora no vamos a detenernos. Expresa, por tanto, la realidad del ser humano en su dimensión más visible y externa, pero no como un principio material opuesto a otro espiritual, sino como representación global del ser completo, que nos recuerda nuestro origen primero. Somos un adam, formado con el polvo del suelo (Gn. 2,7;3,19) pero por encima de cualquier otra realidad material o de un simple cadáver, que nunca será designado con este término. Se trata de algo viviente, porque Dios ha infundido su aliento nephes -, su espíritu - ruach, que hace posible la vida. El espíritu, si se considera como separado del cuerpo, no equivale al alma de los griegos. Es una fuerza vivificante que permanece en Dios sin ninguna especificación, mientras que el cuerpo es lo que designa a la persona.

Su estructura corpórea está vivificada por ese aliento vino que nos constituye como personas. El basar es la carne espiritualizada que nos eleva a nuestra condición humana. La corporeidad aparece así como el elemento esencial con el que el hombre se identifica y se expresa, sin que tal dimensión encierre ningún significado pecaminoso o negativo. La perspectiva es muy diferente a la del dualismo griego, muy presente en la reflexión cristiana, que lo vio siempre como algo despreciable, cárcel del alma y lugar del pecado. Por eso, desde el comienzo de la revelación, la Biblia nos descubre otro horizonte mucho más esperanzador y religioso.

Eduardo López Azpitarte en Amor, Sexualidad y Matrimonio.

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