viernes, 18 de julio de 2014

La importancia de acoger

Cuando acogemos a una persona, la estamos liberando del peso de la soledad, la estamos acompañando, y, en esa misma medida, le estamos infundiendo fuerzas para vivir. Por muy difícil que sea su situación y por muy hundida que se encuentre, si esa persona descubre que no está sola, que hay alguien a quien pueda acudir, podrá nacer de nuevo la esperanza en su corazón. La mutua acogida, el compartir de manera positiva las dificultades de la existencia, genera esperanza. Esta es la consigna cristiana: "Acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios" (Rom 15,7). Donde está ausente la acogida, se puede destruir la vida. Lo decía el mismo San Pablo: "Cuidado, que si os seguís mordiendo y devorando unos a otros, os vais a destrozar mutuamente" (Gál 5,15).

Es una gran tarea hoy ofrecer acogida y refugio a tantas personas desconcertadas, indefensas o desvalidas. La esperanza es más fácil donde se promueve una cultura de la mutua acogida. Si sabemos estar junto a la persona que sufre y compartir sus preocupaciones, si esa persona sabe que, al menos, junto a nosotros puede estar segura y manifestarse como es, si sabe que la aceptamos, en ella puede despertarse lentamente la esperanza, puede crecer la confianza en la vida, puede abrirse un camino hacia el Dios de la esperanza. La acogida facilita la esperanza, ayuda a abrir el horizonte, elimina obstáculos, abre salidas a situaciones desesperanzadas.

J. A. Pagola en Es Bueno Creer.

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