miércoles, 14 de enero de 2015

Emoción y Estados de Ánimo

Entre los factores que más alteran la percepción están las emociones y los estados de ánimo. Lo primero que necesitamos hacer es diferenciar lo que una emoción de lo que es un estado de ánimo. Una de las diferencias fundamentales tiene que ver con el elemento tiempo. Una emoción es un fenómeno físico en el que se produce una serie de cambios fisiológicos que afectan nuestras hormonas, a nuestros músculos y a nuestras vísceras. Estos cambios tienen una duración limitada a minutos o, como mucho, a algunas horas. Digamos que una vez que el elemento interno (un pensamiento angustioso) o externo (un insulto) han pasado, la reacción emocional que se ha desencadenado poco a poco va remitiendo hasta que volvemos al estado en el que nos encontrábamos antes de que el pensamiento o el insulto se produjeran.

Un estado de ánimo es un algo mucho más prolongado en el tiempo, ya que puede durar días, meses y años. De alguna manera nos quedamos como congelados en un tipo de emoción, hasta el punto de que llegamos a identificaron con ella, casi como si forma parte de la realidad que somos. Por lo tanto, tenemos emociones y vivimos en estados de ánimo.

Hay estados de ánimo que aportan muchas ventajas competitivas y hay otros que son muy disfuncionales y nos generan un enorme sufrimiento, una pérdida de eficiencia, y que, además, tienen la capacidad de dañar nuestras relaciones con los demás.

La verdadera importancia de un estado de ánimo no está tanto en cómo le hace a uno sentir, aunque esto sea sin duda importante. La verdadera importancia de un estado de ánimo es que tiene por sí solo la capacidad de alterar profundamente la manera en la que se comporta nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Hay estados de ánimo que generan salud y vitalidad. Además, ayudan al despliegue de la inteligencia y la creatividad. Son estados de ánimo que favorecen la conexión entre las personas, la colaboración y el trabajo en equipo. Hay estados de ánimo que hacen justo lo contrario. Los estados de ánimo afectan individualmente a las personas y colectivamente a familias, ciudades y países. Recordemos, por ejemplo, el estado de ánimo que existía en Alemania después de la Primera Guerra Mundial cuando, además de la enorme deuda económico con los países ganadores de la contienda, tenían seis millones de parados.

Para que podamos mantener nuestra atención en lo que es relevante a fin de ver las cosas con una cierta perspectiva, necesitamos de ciertas partes del cerebro especialmente activas. Ello implica, por parte de las neuronas que integran estas áreas, la necesidad de que se les aporte un suministro extra de energía en forma de glucosa y oxígeno. Pues bien, los estados de ánimo que están caracterizados por la ilusión, la confianza y el entusiasmo se asocian con un aumento del riego sanguíneo en al zona prefrontal izquierda, mientras que los estados de ánimo marcados por la angustia, la desesperanza o la frustración muestran una disminución del riego sanguíneo en dicho nivel. La zona prefontral izquierda es clave para mantener el equilibrio personas y la homeostasis emocional. Gracias a ella podemos ver las cosas con mayor perspectiva y claridad.

Mario Alonso Puig en "Reinventarse" (2010)

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