El origen del dicho lo encontramos en el mundo ecuestre. Cuando un caballo padece deshidratación se le calienta la boca y esto provoca que las riendas que sirven para dar instrucciones, llamadas bocado (porque van colocadas justamente en la boca), se le desajusten y provoque que no haga caso a las órdenes que se le da, acabando desbocado y por lo tanto el jinete pierde todo control sobre el equino.
De ahí que cuando a alguien se le "calienta demasiado la boca" acabe perdiendo el control de lo que dice.
Alfredo López en "Ya está el listo que todo lo sabe".
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